El rejalgar es un mineral de un color muy bello, pero también muy delicado. Si se expone a la luz durante cierto tiempo, se disgrega y pulveriza. Conocido desde la más remota antigüedad por sus múltiples aplicaciones en medicina, el rejalgar es mencionado como sandaraca o sandracca por Plinio el Viejo en su célebre obra Historia Natural. Siempre con fines medicinales fue muy utilizado durante la Edad Media por los alquimistas, que lo denominaron «risgallo». El rejalgar tiene un característico y magnífico colo rojo, pero es también muy delicado: una exposición larga a la luz, en efecto, causa la disgregación de sus cristales, que se transforman en un polvo amarillo naranja formado principalmente por arsenolita (que es la muy venenosa anhidra arseniosa) y por oropimente.
Es uno de los numerosos sulfuros de arsénico que se conocen en la naturaleza; además de esta especie y del oropimente se encuentra el raro pararrejalgar, con la misma composición química pero con diferente cristalización, y la dimorfita.
Es toxico.